Por: El Sabueso
En Formosa para hablar de la última dictadura cívico-militar es indispensable tomar como punto de partida el ataque de los montoneros al Regimiento Monte 29 en 1975.
En esa época el país atravesaba una crisis económica, política y social. Incluso, en febrero de ese año el gobierno de Isabel Perón, a través del decreto secreto 216, habilitaba a las Fuerzas Armadas a “ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”. Para octubre y después del ataque al Regimiento Monte 29, esa orden mediante el decreto 2772, se extendió a todo el país.
En la provincia, si bien había reclamos de la Unión de Ligas Campesinas de Formosa (ULICAF), de docentes y alumnos, no se vivían sobresaltos, “no se tiraba ni un petardo”, recuerdan algunas personas. Los militares hasta antes del golpe no tenían, ni se dedicaban a la inteligencia. Después del intento de copamiento al Regimiento la situación cambió. Pedro Velázquez Ibarra, abogado, víctima de la dictadura y querellante en el juicio al gobernador de facto Juan Carlos Colombo, relata que en Formosa empezó el terrorismo de Estado antes que en otro lado y como consecuencia de lo que hicieron los montoneros. Además, agrega que Perón los había echado y vinieron a tomar el regimiento “vivando” el nombre del ex presidente. “Después del 5 de octubre, donde los montoneros masacraron gente de cualquier manera y que no tenían nada que ver, con los militares padecimos de todo. Violaciones a las mujeres, muertes y robos, porque cuando entraban veían algo que les gustaba y se lo llevaban”.
En esta etapa previa a la dictadura la policía de la provincia también tuvo un rol clave en las persecuciones y los asesinatos sistemáticos. Si querían robar ganado agredían a los campesinos y los tiraban a la zanja. A muchos efectivos en ese momento los llamaban represeros, porque en la represa que estaba ubicada donde actualmente es el Polideportivo Policial, llevaban personas atadas, las arrastraban por el barro y las sacaban hacia el otro lado. Una de las personas que fue apodada “represero” fue Félix Celso Ferreira, que en ese momento, durante la dictadura y en democracia fue jefe de la policía de la provincia.
La búsqueda de “subversivos” y la violencia policial se extendió hacia el interior de la provincia. “A veces cuando íbamos (con Vicente Joga) a Clorinda yo vi más de una vez como la policía fusilaba a mochileros que los hacían parar al costado de la ruta. A los aborígenes les hicieron cualquier cosa, los encontraban cazando con una escopeta y del cagazo que tenían los policías los mataban”, agrega Velázquez Ibarra.
Incluso la Iglesia realizó “la huelga de las parroquias”, en la que 18 sacerdotes con el Obispo Pacifico Scozzina a la cabeza, reclamaban por la detención (decreto 570) del sacerdote Santiago Renevot de la parroquia de El Colorado, acusado por “inducir a la violencia al obrero rural”.
Foto: "Nunca más Formosa"
Dictadura
Con el Golpe de Estado ya consumado, los militares a través de discursos estratégicos y apoyados por los medios de comunicación locales, apelaron al dolor de la gente y construyeron un relato en el que ellos venían para devolverle la tranquilidad a la provincia que habían sacado los subversivos con el ataque al Regimiento. Este pensamiento todavía se mantiene en gran parte de la sociedad, no sólo porque muchas personas apoyan esta idea, sino también porque el 5 de octubre todavía es una herida abierta.
Según los propios Montoneros, Formosa era una de sus flancos débiles, no tenían miembros en la provincia. Esto lo reafirmó Monseñor Pacífico Scozzina en el juicio a Juan Carlos Colombo: “Los subversivos acá vinieron y se fueron en avión”.
Los secuestros, las desapariciones, torturas y asesinatos fueron a gremialistas, asociaciones judiciales, empleados y funcionarios públicos, chacareros y comerciantes. Con un particular ensañamiento hacia los campesinos y paraguayos, ya que según varias personas que vivieron esa etapa, los militares les tenían odio y desprecio.
Por otra parte, en documentos secretos de los militares está detallado que en esta parte del país no había montoneros, pero las medidas represivas que tomaban en ese momento eran para “evitar focos subversivos”. Además aclaran que “los detenidos no serán considerados prisioneros de guerra, por lo que no tendrán derecho a los tratados internacionales”. Con respecto a Formosa, Colombo en uno de sus decretos estableció que va solventar los gastos que ocasionen “los subversivos” porque son de interés para la provincia. “Hasta que sea mantenido ahí o se le de de el destino final”, describe el texto que se encuentra en la Legislatura.
Con respecto a los métodos que utilizaban, en el juicio a Juan Carlos Colombo, el coronel y secretario general del ex gobernador de facto, Luis Pedrazzini, admitió que existía un reglamento confidencial para las detenciones ilegales y que era de uso obligatorio “para determinados niveles oficiales”. Entre los que se encontraban las torturas físicas y psicológicas: compulsión física y psíquica, amenazas, chantajes, seguimientos, secuestros, raptos, terrorismo, desmanes y sabotajes. Otra práctica que no mencionó pero que era usual por parte de los militares y policías, al menos en Formosa, fueron las violaciones a las mujeres. Ismael Rojas, secuestrado durante la dictadura, en su declaración en el juicio a Camicha explica que había casi como un ensañamiento con las mujeres, y que en su caso lo amenazaban que si no hablaba los iban a traer (a la Escuelita) a su esposa y a su hijo.
Estos documentos y declaraciones, entre tantos otros, demuestran que hubo un plan sistemático para eliminar personas y no fue un exceso o una guerra como se instaló en su momento y se reflota actualmente por ciertos sectores políticos y sociales.
En Formosa hubo dos centros clandestinos de detención: El Regimiento de Infantería Monte 29 y “La Escuelita”, un destacamento en el que funcionaba la policía montada, ubicado en el barrio San Antonio.
Otros lugares de reclusión ilegales del terrorismo de estado fueron:
Ciudad de Formosa:
Alcaldía de Mujeres
Alcaldía de Varones
Comisaría 1°,2° y 3°
Delegación de la Policía Federal
Prefectura Formosa
Unidad Penal 10 Formosa
Interior de Formosa:
Escuadrón 16 “Clorinda” de Gendarmería Nacional
Sección “Laguna Blanca” de Gendarmería Nacional
Destacamento “El Espinillo” de Gendarmería Nacional
Subcomisaría de Tres Lagunas
Comisaría de Ibarreta
Comisaría de Comandante Fontana
Otro centro de detención, tortura y muerte algunas víctimas lo ubican en el Paraje Monteagudo, camino a Mojón de Fierro y a orillas del río Paraguay. En el predio había un aljibe en el que los militares torturaban a los detenidos con la práctica del “submarino”. El 7 de mayo de 1995, Osiris Ayala, que fue preso político durante la dictadura, en una entrevista al diario El Comercial afirmó que el 13 de septiembre de 1976 lo trasladaron en camioneta a él y a otras personas hacía ese lugar, pudo distinguir que en su misma situación estaban Díaz, Bogarín, Insfrán y Borgne, entre otros/as. “Éramos unos 19 en total, todos desnudos y vendados, y uno de nosotros pidió que nos dijéramos los nombres porque estábamos seguros que íbamos hacia la muerte, que así fue para alguno de ellos que no regresaron de ese viaje”, detalló en la nota. Al poco tiempo, Ayala acusó a Elvio Borrini, en ese momento ministro de Gobierno, de “destruir ese centro clandestino de detención” al otro día de que se publicara la entrevista.
El 6 de abril de 2009 el juez federal, Marco Bruno Quinteros, ordenó allanar el predio y además de encontrar algunas paredes que todavía quedaban en pie, encontraron que en el cementerio, que data desde la guerra de la Triple Alianza, las fosas estaban abiertas hace poco tiempo sin una explicación aparente. Sumado a que las construcciones de la estancia, actualmente privadas, coinciden con los datos que pudieron reconstruir sobre la funcionalidad que tuvo ese lugar en años anteriores.
Fotos: Colectivo ex presos políticos y sobrevivientes-Rosario
Ese 13 de septiembre de 1976, mencionado por Ayala, los militares hicieron la misma rutina que en Margarita Belén. Al Paraje de Monteagudo llevaron comida para festejar después de que mataron a los secuestrados y enterraron sus cuerpos. También los acompañó un sacerdote para limpiar sus pecados.
“Estoy seguro que los cuerpos están ahí, porque hablé mucho con un soldado cuando estaba por morir y me confesó que él manejó el colectivo que los llevó”, explica Pedro Velázquez Ibarra. Para buscar a los cuerpos, Ibarra hizo traer un georadar para sacar fotos satelitales del lugar, en las que desde arriba se veían tres redondos pelados en el pasto, detalles que desde abajo no se podían visualizar. El soldado acompañó este proceso pero no podía marcar exactamente el lugar porque en ese momento se había quedado en el camión. “Ahí si le apreté las bolas a Gildo y le dije ‘mirá hermano, acá se pudre, que le entreguen los cuerpos a la gente’”. Mandó una topadora de Vialidad pero no los íbamos a encontrar ahí porque la ubicación no era precisa”, agrega Velázquez Ibarra.
Para recuperar a los desaparecidos también había otro inconveniente que comentó un suboficial que estaba en el momento del allanamiento. Al ser un lugar de ganado y tener 3 pozos de agua de aljibe muy profundos, los cuerpos superaron la profundidad y con el radar no los iban a encontrar. El entrevistado afirma que muchos funcionarios saben cómo fue y la mayoría terminaron con cargos en la provincia, que los conoce pero no es fácil hacerlos hablar. “Estamos seguros que están ahí y otra parte sabe la policía. Le dije a uno que a mí lo que me interesa es recuperar los cuerpos. Conozco a la mayoría de los familiares y es terrible que vivan hasta su muerte sin saber el destino de sus familiares. A un oficial que dentro de todo me respetaba mucho, le dije ‘yo creo que ustedes deberían haber entregado los cuerpos’ y me dijo que a ellos no le permitían porque era una orden no entregarlos, para que sufran hasta el final”, recuerda Velázquez Ibarra.
Otro caso que confirma este plan sistemático de asesinatos que tenían los militares y policías es el de Carlos Rolando “Caíto” Genes. El joven que en ese momento tenía 19 años, hacía el servicio militar obligatorio y era escolta en la Escuela Comercio turno noche, fue secuestrado y asesinado por el gobierno de facto por tener una foto con “una subversiva”. El comentario de los represores era que se suicidó colgándose con su propia camisa, pero su hermana, Teotista Genes, en el juicio a Camicha declaró que su hermano estaba golpeado y tenía la cara rota. También afirmó que al enterarse de la desaparición de su hermano habló con su jefe, el secretario general de Colombo, Luis Pedrazzini. Unos días después con el Capitán Ángel Spada, con el jefe de Área Reinaldo Alturria y el segundo jefe del Regimiento, Luis Andrés Plechot, quién le dio la noticia a la hermana de Genes del fallecimiento, y ante el reclamo por la entrega del cadáver le respondió: “Si durante los treinta días que estuvo vivo no se escapó, ahora que está muerto, menos”.
Pedro que también estaba detenido ilegalmente en el Regimiento en ese momento, recuerda que esa noche los sacaron a dos o tres y no tenían idea lo que iba a pasar, pero esa madrugada los militares comentaban “che se ahorcó…”. “Al otro día mientras nos acomodaban en el calabozo otra vez, me meto en la celda que era de ese chico y vi que escribió en la pared con jabón ‘Mamá te quiero mucho’. Fue una muerte atroz, encima era un chico muy alto y la ventana era más baja. No te podés matar ahí, lo que hicieron con ese chico no tendrán perdón de Dios”, agrega el entrevistado.
Fotos del interior del Regimiento de Infantería Monte 29:
Subfondo CONADEP. Serie Registros fotográficos de reconocimiento de Centros Clandestinos de Detención. AR-ANM-SDH-CONADEP-02-1398.tif / Archivo Nacional de la Memoria
Subfondo CONADEP. Serie Registros fotográficos de reconocimiento de Centros Clandestinos de Detención. AR-ANM-SDH-CONADEP-02-1399.tif / Archivo Nacional de la Memoria
Subfondo CONADEP. Serie Registros fotográficos de reconocimiento de Centros Clandestinos de Detención. AR-ANM-SDH-CONADEP-02-1431.tif / Archivo Nacional de la Memoria
Para finalizar esta primera parte y para tomar una mayor dimensión de cómo se vivió esa etapa en Formosa y del grado de sadismo de quién gobernaba, Velázquez Ibarra recuerda cuando integraba la comisión directiva del colegio de abogados y Colombo los llamó para que colaboren con la dictadura al igual que lo hicieron la Sociedad Rural, la federación médica y los arquitectos, entre otros civiles. Ni bien se realizó el golpe de Estado, esa comisión directiva hizo dos asambleas y un juramento, en la que asumieron un compromiso público de no aceptar ningún cargo del gobierno producto del golpe de Estado, por una cuestión principista. En el encuentro con Colombo el entrevistado le expone esta situación, pero el gobernador de facto insistía y se ponía cada vez más nervioso.
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