Por: Franco Medina
Mariano Quiroga recuerda el 11 de noviembre de 2020 como uno de los días más hermosos de su vida. El deseo que tenía desde hace años junto a su pareja, intentos fallidos y duelos de por medio, se hizo realidad. Fueron a buscar al hogar a quienes en ese momento iban a ser sus hijes. “A veces se debe bajar una persiana para poder abrir otra”, explica.
Cuando en 2013 junto con su pareja, vinieron a vivir a la Argentina la ley no les permitía adoptar, ya que necesitaban cinco años de residencia. Con esto, sumado a sus anteriores experiencias, la persiana de la adopción se había cerrado. Pero se volvió a abrir en diciembre de 2018 cuando al tema lo empezaron a hablar con sus amigos, en ese momento ya cumplían con lo que pedía la ley pero también el Código Civil se había modificado en 2015, entre otros puntos, se determinó que ya no hacia falta cumplir con determinado tiempo de residencia en el país.
Contrariamente a lo que se cree y muchas veces se instala, Mariano explica que el proceso para anotarse fue bastante sencillo. “En la Ciudad de Buenos Aires hay tres reuniones que son obligatorias para poder inscribirse, con los equipos técnicos de adopción y el Consejo de la Niñez, en el cual se hablan y trabajan muchas de las cuestiones que después aparecen en todo proceso de adopción”. Entre los principales temas que se tratan están el entender cómo es la Ley de Adopción, el respeto a la identidad de los chicos y su historia, también el hecho de que ellos deben expresar su deseo de avanzar con cualquier proceso adoptivo, y sobre todo, el cambio de paradigma que se da en Argentina con respecto al derecho del niño a tener una familia.
“En base a esto, los organismos del Estado buscan una familia adecuada para cada caso en particular de niño, niña, adolescente o grupo de hermanos que necesitan ser adoptados. En estos perfiles muchas veces aparecen familias monoparentales, homoparentales, sin ningún tipo de problema o restricción. De hecho los chicos a veces manifiestan querer tener dos papás, dos mamás o sólo uno”, relata Mariano.
En mayo de 2020, en plena pandemia y con la idea de que eso iba a ralentizar el proceso, les avisaron que su legajo estaba aprobado. Dos meses después, los llamaron para preguntarles si estaban de acuerdo en que se presentara su legajo por el caso de un hermano y una hermana. Al confirmar, explican que lo que pensaron que era sentarse a esperar el llamado, se transformó en “Uy, ya nos están llamando”.
El camino siguió con un llamado del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA), para contarles de qué se trataba el caso, después fue el turno del juzgado de definir entre los postulantes con quién querían generar la vinculación. Una vez que se confirmó todo esto, la ansiedad de la noticia los llevó a imaginar cómo iban a decorar la habitación y cómo serían los hermanos de 5 y 7 años, entre otras cientos de ideas que se cruzan por la cabeza cuando se está por cumplir un sueño que anhelaba.
Foto X: @MaruchoQuiroga
Ante la imposibilidad de verse en persona por la pandemia, los primeros acercamientos fueron mediante videos de presentación, que además de conocerse aumentaban la ansiedad por verse cara a cara. Hasta que mediante protocolo y testeos previos llegó el encuentro. “La sensación de verlos fue hermosa, hicimos un picnic en el jardín del hogar, donde nos reunimos varias veces para conocernos más y jugar. Había que ir rompiendo el acercamiento, estábamos con barbijos, nosotros con escafandras médicas y teníamos la orden de no tocarnos. Eran encuentros muy lindos pero a la vez muy complicados de materializar”, detalla Mariano.
Si bien cada persona y situación es distinta, muchos niñes en situación de adoptabilidad tienen una historia difícil, en las que entre otras cosas les cuesta confiar en un adulto, sobre todo si no lo/la conocen. Revertir esta desconfianza es algo que ya se empieza a trabajar en los hogares convivenciales o en los hogares de tránsito a través de las normas y los horarios que tienen que cumplir. Mariano explica que los niñes necesitan entrar en confianza con los nuevos adultos para encontrar como descarriarse, para hacer travesuras y responder como lo hace todo niñe y adolescente. “En nuestro caso, al ser dos hermanos pudimos ver comportamientos muy distintos. El nene rápidamente empezó con los berrinches, los enojos y celos, mientras que la hermana era la conciliadora, la que buscaba resolver los conflictos. Tiene que ver con el carácter de ellos, pero también con las diferentes maneras de abordar esa nueva etapa, la búsqueda de los límites”, añade.
Foto X: @MaruchoQuiroga
El colectivo #AdoptenNiñesGrandes, es un grupo de mapadres que se autoconvocaron y tienen un denominador común: todos transitaron la adopción como uno de los caminos para formar familia. A través de sus redes sociales iniciaron una campaña para romper con los mitos acerca de la adopción a niñes grandes.
Otra de las idealizaciones que tienen muchas personas, una mirada adultocentrista, con respecto a un hije es que pueden moldearlo como a ellos les gustaría que sean, con sus normas, costumbres e historias, una de las razones por las cuales muchos mapadres se anotan para adoptar bebés. Pero los niñes grandes también tienen derecho a tener una familia, además de que tienen una personalidad e historia como cualquier hije.
“Los chicos por ahí ya son más grandes, tienen comportamientos, formas de ser y cosas aprendidas que tienen que ir modificando y adaptando, al igual que nosotros los adultos. Para que funcione bien ese vínculo que se está generando hay que ser muy adaptable a todo eso, es importante no tener fijada la imágen de cómo tienen que ser los niñes en general y como tienen que ser tus hijos en particular, luchar con las expectativas es lo más difícil con lo que vivimos los padres en general”, detalla Mariano. También agrega que hay que luchar con las ideas previas que uno tiene, en el caso de los padres adoptivos se imaginan muchas veces que al ser un niñe más grande ya sabe hacer determinadas cosas, pero en la realidad por distintos motivos no es así, entonces lo tienen que ir aprendiendo.
Otro tema que genera miedo con respecto a la adopción es la vinculación de los niñes con su pasado, desde querer que hagan “borrón y cuenta nueva”, hasta el miedo porque la familia biológica va estar siempre presente y no podrán “competir”. Todos los mapadres que ahíjan coinciden en que esto no es algo fácil pero que hay que trabajar. Cuando se hace el juicio de adopción se establece quienes son las figuras de la familias de origen que son positivas para ellos, con las cuales se les debe garantizar que mantengan contacto. Con respecto a esto Mariano explica que en el caso de ellos siempre hubo una abuela presente que les facilitó las cosas para poder entender de dónde venían sus hijos, entender por lo que habían pasado y cómo fue que llegaron a la situación de adopción. Pero con el paso del tiempo, si bien ella sigue presente, en los niñes se fue instalando más la nueva familia.
En distintas entrevistas los mapadres del colectivo #AdoptenNiñesGrandes coinciden en que en Argentina está surgiendo un nuevo paradigma con respecto a la adopción, desde poner en primer lugar el derecho de los niñes a tener una familia, hasta derribar ciertos mitos, idealización y desromantizaciones con respecto al tema. “No somos adultos que buscamos hijos, sino que somos los adultos que les encontraron a nuestros hijos para que seamos sus padres”, describe Mariano al grupo a través de un juego de palabras.
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